martes, 3 de noviembre de 2015

Para que nadie se olvide de Hochschild, por Rodrigo Urquiola

Diario Pagina Siete

Sabado 24 de octubre de 2015

Comentario de la novela Los infames, presentada en la Feria del Libro.

Para que nadie se olvide de Hochschild

Rodrigo Urquiola Flores
Escritor
"¿Qué es la literatura? No lo sé. Imagino que es aquello que te obliga a dudar de la 
veracidad de las cosas que te rodean”.
Libros
Siempre he tenido problemas para creer en las definiciones. Dudo cuando se habla 
de literatura fantástica, por ejemplo, literatura de terror o literatura de ciencia ficción. 
Imagino que estas definiciones sirven más para nombrar un espacio geográfico que 
carece de nombre para algún propósito, digamos, comercial, alimenticio: uno necesita 
saber qué es lo que está comprando o comiendo. Pero sí creo que la literatura está 
por encima de cualquier definición y que seguirá siendo lo que es a pesar de cualquier 
disfraz que utilice en determinada ocasión. 
¿Qué es la literatura? No lo sé. Imagino que es aquello que te obliga a dudar de la 
veracidad de las cosas que te rodean, en principio, y por eso es que se me hace mucho 
más difícil creer en literatura histórica. ¿Qué es la historia sino literatura? Un hecho narrado. 
Y narrado a partir de la perspectiva de un observador. Un investigador es, quizás, menos 
todavía que un observador porque mira lo que otros han visto. Todo es ficción, entonces. 
Esto no quiere decir, por supuesto, que un hecho como el de la Segunda Guerra Mundial, 
para citar alguno, no haya existido o no sea real, sino que nunca podremos acceder a la 
última de las verdades, pero tampoco estaremos sumergidos en el pozo de las mentiras 
que no se descubren: somos apenas visitantes en un museo.
La segunda novela de Verónica Ormachea, Los infames (Gisbert, 2015), aborda este difícil 
tema: la Segunda Guerra Mundial, y lo hace, en gran medida, desde un punto de vista boliviano. 
Muchos judíos que escapaban del holocausto se refugiaron en nuestro país y, por otra 
parte, muchos alemanes, nazis tantos de ellos, llegaron también. Uno de los judíos notables 
que se asentó en el país fue Moritz, o Mauricio Hochschild, que sería, también, uno de los 
tres barones del estaño de aquellos tiempos millonarios para la minería boliviana. 
Los infames rinde homenaje a la figura de este empresario, quien, como muchos de sus 
hermanos judíos que llegaron a Bolivia, ansiaba ubicar a sus familiares que estaban todavía 
en medio de la guerra en Europa.
Hochschild buscaba su imperio y su riqueza no dejaba de crecer gracias al trabajo de judíos 
que él ayudaba a escapar de la muerte para darles una vida digna en un país que, para muchos 
de ellos, era una suerte de paraíso. 
Así, Ormachea reconstruye un episodio de la historia nacional que no ha sido muy 
visto en nuestra narrativa, a partir de la figura de un héroe.
La historia que narra Los infames se desenvuelve en dos frentes: la Europa moribunda 
y la Bolivia que, a pesar de tantas limitaciones, vive. 
Y es una historia que, a pesar de tanta fe religiosa, quizás un excesivo y poco creíble 
fanatismo católico que destilan los personajes sufrientes, consigue en uno de los 
personajes más logrados, Varinia, una resolución inesperada, un trabajo que vale la novela.
Después de años de esperar a su prometido, después de saberse embarazada y tener 
que dejar a su niño, después de haber pasado por Auschwitz y haber conocido una 
curiosa faceta del amor en brazos del enemigo nazi, rechaza todo aquello que se 
supone no debería haber rechazado. Rechaza, incluso, aunque parezca que no y aunque 
lo niegue, la fe y el fruto de la espera, el objetivo de la fe: algún tipo de paraíso. Entiende 
que es imposible acceder a él tenga el nombre que tenga, convirtiéndose así en una
auténtica "hija de la guerra”.

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