miércoles, 22 de junio de 2016

Un libro imprescindible



[Alberto Zuazo] 
Punto aparte

Un libro imprescindible

I
 
Verónica Ormachea Gutiérrez ha escrito un libro impactante y, por tanto,
imprescindible. No es otro más, porque aparte de causar múltiples impresiones
 y conocimientos, también suscita reacciones diversas, dependiendo esto del lector
o de la lectora.
A modo de explicación, está conformado en tres partes, cada una de las cuales enseña
 y deja una huella, tal vez imborrable, porque son lecciones de vida, como también
 tiene efectos emocionales, con las que se puede concordar, hacerlas imperceptibles
 o a ratos cuestionables, por su crudeza.
Al haber simplificado su texto en tres instancias, no cabe más que señalarlas. En la
primera, se ponen de manifiesto las diferencias que pueden producir los casos de
la emigración, nada menos que a Bolivia. Se observará que en una emergencia de
 tal naturaleza predomina la edad. En la fase juvenil, se advierte que se es más
 propenso a la aventura, a enfrentar lo incierto, a lo desconocido, cuando las
condiciones prevalentes lo exigen. En tanto, en la madurez y en la senectud,
el ser humano se arraiga más en lo que le parece seguro, es decir, sin 
proponérselo, se torna en conservador.
La segunda es toda una revelación histórica para los bolivianos, no
precisamente para los jóvenes, sino para los mayores. Esto, porque la
 política y hasta las exclusiones de distinto orden, suelen incurrir en
injusticias, o por lo menos caer en la ignorancia de la realidad cierta, verídica.
Pues, la novedad es que Verónica, indagadora e investigadora como una
auténtica periodista, no se queda en la periferia, al menos si se le presenta
 la posibilidad de ahondar en la historia.
De esta manera, seguramente para la mayor sorpresa de todos los bolivianos,
establece que Mauricio (Moritz) Hochschild, al que se le identificó en vida
despectivamente como uno de los tres Barones del Estaño, que en su tiempo
se los consideró como los explotadores angurrientos de esa riqueza natural
del país. Peor todavía, que sacrificaban la vida de sus trabajadores en fríos y
oscuros socavones, totalmente hostiles para su salud y existencia vital. Empero,
lo que se ignoraba de él y cuya cortina descorre Verónica, es que ha sido un
humanitario benefactor que, con su riqueza y prestigio personal, salvó miles
de vidas en la Segunda Guerra Mundial.
La tercera parte de la obra cuenta una historia de espanto y crueldad sin
nombre, la que escribieron los nazis del psicopático Adolfo Hitler, en el campo
 de exterminio de Auschwitz, durante la Segunda Guerra Mundial. De esta
experiencia se desprende el título del libro de Verónica: Los Infames. A
primera lectura, conceptualmente, pareciera no ser el mejor para atraer su
lectura, por lo menos en personas que no siempre están dispuestas a
internarse en infamias, porque son repudiables. Pero, en este caso, se justifica
 plenamente, porque con solamente un calificativo de tal calibre no necesita
 decirse ni una palabra más. Expresa todo lo que merece aquella repugnante
parte de la historia mundial, que desacreditó tanto a la admirada nación
alemana y, obviamente, al talento y creatividad de sus hijos. Únicamente la
historia y la ciencia podrán explicar cómo pudieron caer en la idolatría o el
 sometimiento a un ser demoniaco, en los ahora ya tenebrosos años 30.
Vale también anotar que esta es la primera vez que un boliviano, en este
caso una boliviana de distinguidos quilates intelectuales, investigó por su
cuenta los detalles de lo que fue el campo de criminal reputación, como es
 Auschwitz, donde se instaló hasta cámaras de gas para sacrificar millones
de vidas, nada más que por ser, para el individuo abominable que fue Hitler,
la raza judía, pues en su instinto perverso, no merecía existir en el planeta.
Al inicio de estas líneas decía que el libro de Verónica daba a suponer que
más tendía a ser un documento histórico de tres facetas, que una novela.
Empero, el final de la obra reivindica esta su condición, hablando en términos
estrictamente literarios. Es imprevisible y desconcertante. Ahí es donde
Verónica expone todo su lucimiento como brillante escritora.

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